miércoles, 1 de agosto de 2012

Por fin, Ricardo Sumalavia puede descansar.


Mientras huya el cuerpo: Ricardo Sumalavia




Editorial Estruendo Mudo, 2012.
120 págs.

¿Cuántos libros caben en poco más de cien páginas? Ricardo Sumalavia (Lima, 1968) demuestra que muchos. Y no, no me refiero a su estupenda colección de microrrelatos (Habitaciones, 1996), género en el que destaca, sino a su nueva… ¿novela? En fin: a su nuevo artefacto,Mientras huya el cuerpo.
El germen de Mientras huya el cuerpobrotó en la mente del autor en verano de 1986. No era más que un cuento de género negro clásico destinado a un certamen literario. Su protagonista, Apolo, un policía retirado del servicio en tiempos de Fujimori. Sin embargo, actualmente, en 2012 Mientras huya el cuerpo ha crecido, ha atravesado una peculiar adolescencia, se ha hecho adulto.
Lo que ahora tenemos entre manos comienza, sí, con el mismo inocente cuento policíaco. Pero, una vez que el cuento concluye, da lugar a otro texto más complejo e inclasificable. ¿La historia del proceso de escritura del mismo relato? No, algo mucho más ambicioso: la historia de cómo se generó tal relato en la mente del autor.
¿Qué hechos ha tenido que vivir Ricardo Sumalavia para que Ricardo Sumalavia acabe por convertirse en el Ricardo Sumalavia que firma el relato titulado Mientras huya el cuerpo? ¿Qué obras ha digerido, qué noticias han quedado grabadas en su mente, qué experiencias le han narrado las personas cercanas a él…? ¿Por qué Ricardo Sumalavia decide escribir un relato de género negro, bañado de violencia esquiva y velado por una atmósfera inquietante, en lugar de escribir, yo qué sé, El viento en los sauces? ¿Por qué hablar de muertes y no del cultivo del tulipán, de la burbuja inmobiliaria o del surf en la Baja California?
Las respuestas a estas preguntas generan, asimismo, historias con entidad propia. Y estas, a su vez, conforman un apasionante mosaico de difícil descripción. Es,Mientras huya el cuerpo, una novela negra, sí. Pero también es un texto metaliterario. Es un libro autobiográfico. Es un tratado sobre cómo escribir novela policíaca. Es una crónica del Perú del postfujimorismo. Es literatura del yo aplicada al ello. Es un ensayo sobre la atracción por la violencia, el crimen y el miedo. Es un profundo viaje introspectivo. Es una antología de anécdotas. Es una selección de noticias de crónica negra… Lo que tienen en común todos estas cajas chinas dentro de cajas chinas es la acechanza de la muerte, siempre sobrevolando los planos superiores de la narración.
Una de las preocupaciones constantes en esta narración es qué hacer con las pertenencias de los muertos. Hay quienes dejan todo intacto, los que seleccionan y desechan el resto, los que definitivamente no desean ni un solo objeto que haya pertenecido al difunto -¿Tendría que llamarlo aquí occiso?-”
La noche durante la cual buscaban el cuerpo de mi cuñado, mi suegra colocó sobre la mesa central de su casa la camiseta que su hijo utilizó ese día, un retrato de él y una vela encendida en cada esquina. Los demás familiares, además de rezar, de cuando en cuando extendían sus dedos para posarlos sobre la camiseta.”
A través de este viaje alucinante al corazón de la poiesis, Sumalavia nos presenta a su suegro Apolinario, quien inspiró el personaje de Apolo. Conocemos a un curandero eremita que vive en la selva con su libro de pócimas y remedios. Descubrimos la belleza circense y las malas artes de Casque D’Or. Asistimos a accidentes trágicos, a situaciones de amenaza, a agresiones contra obras de arte, a ineludibles influencias literarias, a todo hecho o circunstancia o recuerdo, a todo fragmento vital que Sumalavia ha podido compilar en su memoria tras identificarlo como cómplice del delito de haber creado Mientras huya el cuerpo.
No soy capaz de atribuir la violencia de este Apolo a su modelo Apolinario; pero tampoco puedo descartarla. Como muchos otros, no creo que haya podido eludir durante los años ochenta y noventa ser testigo, sino partícipe, de los abusos y crímenes que predominaron en las fuerzas armadas y policiales. Sería absurdo negarlo. ¿Cuánto de ese Apolo tuvo Apolinario? Eso no lo podré saber.”
Cada uno de esos fragmentos da lugar a una trama tan inquietante, tan potente y magnética como la de cualquier ficción. Aquí la causa siempre resulta más poderosa que el efecto. Y la veracidad de la misma acentúa su poder: encoge el estómago, acogota el alma.
A la mañana siguiente, mi suegra y Apolinario nos acompañaron durante la comida. Me costó tocar el tema de los hombres y la grabación y la presencia de mi amigo en todo esto. Sin embargo, antes de terminar de narrar lo sucedido, Apolinario río y luego me dijo:
—Todos ustedes están limpios. Quédate tranquilo.”
Mientras huya el cuerpo demuestra que es posible ser víctima de un crimen que no se ha sufrido ni presenciado. Basta con dejarse conmover por la historia de dicho crimen y poseer un demonio interior que la sujete entre ambas manos y no la deje salir de nuestra cabeza. La clave reside en conocer qué forma toman tales demonios obnubilados una vez que nuestras células los metabolizan.
Un buen día, Ricardo Sumalavia escribió un relato. Y éste le persiguió durante años. Ahora, con la publicación de Mientras huya el cuerpo, uno diría que ese demonio se desvanece para siempre en su espíritu. Por fin, Apolo se libera de las ataduras que le retienen sujeto a una silla de madera. Por fin, Ricardo Sumalavia puede descansar.
“Pues lo dicho me lleva a la desestabilizadora conclusión de que cuando escribo sobre mí, lo que hago es hablar de otro; al menos de ese otro que se construye y que no se manifiesta más que en la escritura. Un otro hecho de palabras quien bien puede llevar mi nombre. Quizás un fragmento de sólo Dios sabe qué, albergado a mi pesar. De ese otro que podría ser mi compañero o mi verdugo.”

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