martes, 10 de julio de 2012

"La mejor manera de comprender el mundo es a través de fragmentos"



Jaime Cabrera Junco
@edgarcajun en Twitter



Sábado 16 de junio del 2012 | 11:38


Diario Perú21


Después de tres años ha regresado al Perú para presentar su segunda novela, que es la segunda parte de una trilogía iniciada con Que la tierra te sea leveRicardo Sumalavia (Lima, 1968) tiene un interés particular en la prosa breve, en el microrrelato para ser más precisos, y podríamos decir que de la suma de relatos fragmentados es que surge Mientras huya el cuerpo (editorial Estruendomudo), una novela sobre el proceso de escritura que tiene como trasfondo un relato policial.

Este narrador, además de haber dirigido el Centro de Estudios Orientales de la Universidad Católica del Perú, es profesor de Literatura y ha dictado talleres de escritura. Nuestra charla transcurre en las oficinas de Estruendomudo. Es un mediodía con el cielo gris -para variar- y previo a la entrevista Sumalavia se encuentra concentrado frente a su laptop. Viste una camisa marrón y unos jeans negros. Ya instalada la cámara de video y elegido el encuadre, comienza nuestra charla.

¿En qué momento te empiezas a reconocer como escritor?
El escritor no tiene una conciencia clara de cuándo es que asume y dice "voy a ser escritor". Es parte de un proceso largo y lento, en todo caso en mí se dio de esa manera. Supuestamente yo debí ser un ingeniero mecánico, pero la lectura me fue ganando más y fui ante todo un lector, un lector apasionado. Y no sé en qué momento decidí pasar de lector a escritor. Llegó un momento en que dije que era lo que debería regir mi vida, que estaba tomando casi al ciento por ciento lo que hacía y sentía, y dejé de ser un futuro ingeniero mecánico para dedicarme a los estudios de Literatura, sobre todo para organizar mis lecturas y estar más cerca de lo que siempre me ha gustado.

Si la historia de un escritor es la de un lector, ¿cuáles fueron tus primeras lecturas? En alguna ocasión dijiste que guardas buenos recuerdos de El Principito.
Las lecturas las he tenido divididas. Por un lado en la escuela, El Principito, o el libro de cuentosAgua, de José María Arguedas. Paralelamente mi cuñado -el esposo de mi hermana-, tenía muchas enciclopedias pero había una que se llamaba Lo sé todo, donde había historias que me iban enganchando.

¿A qué escritores consideras como tus referentes literarios? En una reseña que hizo Pilar Dughi de tu libro Retratos familiares, decía que se nota una influencia de Chéjov.
Es verdad, ella apuntó bastante bien, pues Chéjov fue una de mis lecturas principales en mi etapa de formación. Leí todo Chéjov, lo releo cada vez que puedo, y definitivamente es un maestro de la escritura. También están Maupassant, y en el caso peruano llegamos a Valdelomar, a Julio Ramón Ribeyro. Todos ellos fueron los que me han nutrido bastante.

¿Y leer a estos escritores fue lo que te impulsó a escribir cuentos?
En todo caso fue lo que me entusiasmó a hacerlo. Luego el cuento fue el género que me resultó más cómodo. Por supuesto, en su momento probé de todo: escribí unos primeros poemas, impublicables, infames, que están por suerte destruidos todos. Pero sí notaba que en el cuento, sobre todo en el cuento breve, fui encontrando una dinámica, una estrategia que iba acorde con mi forma de ser.

¿Y cómo así das el paso a la novela? ¿Es cierto que tenías mucha reticencia de incursionar en la novelística?
No es que me resistía, sino que en cierto momento de mi vida me di cuenta de que la forma breve me iba capturando cada vez más y yo trato de escribir acorde con mi temperamento. Siempre que empezaba a escribir una historia ya quería finalizarla, por eso trabajé mucho con el microcuento, en una época en la que nadie hablaba de la microficción. Nunca me lo propuse, simplemente era un género que se prestaba muy bien a lo que pretendía decir y luego me dije por qué no tratar de hacerlo en una novela. Me dije que a partir de las historias que tengo dentro voy a usar la fragmentación.

¿Y te resultó muy complicado llevar esta fragmentación a la novela? ¿Cómo fue este proceso?
No, para mí no fue complicado. Para mí la mejor manera de comprender nuestro entorno, este mundo, es captándolo a través de sus fragmentos.

¿Por lo que acabas decir dirías que en esencia te consideras un escritor de relatos cortos?
No. En esencia yo no soy nada (ríe). En realidad cuando a mí alguien me pide escribir un cuento, escribiré un microcuento. Si me piden un microcuento, escribiré una novela. Tengo periodos en los que me siento cómodo escribiendo un microcuento con elementos fantásticos y policiales como podría hacerlo en una novela corta. Me siento bien en la prosa breve, ahora si la suma de esas prosas breves redundan en una novela, bien.

¿La distancia del país, el vivir afuera, te ha ayudado mucho a escribir?
Sí, a mí y a cualquiera. Cuando estuve en Corea del Sur, escribí los cuentos de Retratos familiares, que todos están ambientados en Lima. Estar allá fue un momento para activar mi memoria y recordar muchas cosas que había vivido y que creo yo, que de haber continuado viviendo en Lima las hubiera olvidado. En mi otra etapa, ahora que vivo en Burdeos, también es así.



UNA NOVELA NEOPOLICIAL O AUTOFICCIONAL


Tiene listo el manuscrito de un próximo libro de microrrelatos que se llamará Enciclopedia plástica, un complemento de Enciclopedia mínima, publicado en 2004. Estos nuevos relatos surgieron de la inquietud que tiene por el proceso de la creación en las artes plásticas. Su mujer, Carmen Herrera Nolorve, es artista y dice que el ver su trabajo de cerca lo inspiró a utilizar los mecanismos de la plástica en el microcuento. Ya veremos pronto el resultado.

Antes de hablar de Mientras huya el cuerpo, le pido hacer una pausa para mover la cámara y cambiar de plano. Ricardo accede y se desplaza hacia donde se le indica. Tenemos de fondo ahora un cuadro del pintor trujillano Fernando Gutiérrez, conocido como Huanchaco. Ahora sí, estamos listos para hablar sobreMientras huya el cuerpo. Nos cuenta su autor que este libro tiene dos leit motiv. Uno de ellos fue el crimen de una peruana que murió en Madrid acuchillada por su marido español, quien tras cometer el crimen también se acuchilló. El segundo motivo fue la lectura de una traducción al español de una entrevista hecha en París en los últimos años de vida del escritor Samuel Beckett. En ella le preguntan sobre su salud y este responde que siempre deseó una vejez activa y no dejar de arder "mientras el cuerpo huye". La traducción, en realidad, fue mucho más poética, pues la frase original en francés era algo así como "antes de que me vaya al diablo". De esa traducción equívoca nació el título de esta novela.

Mientras huya el cuerpo es presentada como una novela neopolicial, pero en realidad no es una reinvención del género policial ¿o sí?
Hasta donde yo lo entiendo toda escritura busca siempre reinventar el género, y en esta novela en particular, al estar los elementos policiales, se podría entender como una novela policial. Por eso lo ideal  sería utilizar una categoría que propugna Leonardo Padura, un escritor cubano, que denomina "neopoliciales" a aquellas novelas de las cuales uno se vale de los recursos del género policial como una excusa para tratar de explorar más allá todavía. Entonces, quizás mi novela podría tener un plano de lectura  de los elementos policiales, pero en realidad es una novela que  busca un poco más.

¿Y este poco más la convierte en una metanovela o una novela sobre el proceso de escritura?
Exactamente, eso algo más en este caso es tratar de hacer ese desmontaje de lo que supone un cuento policial y de lo que supone en realidad no solamente la estructura, la parte técnica, o  la cocina de la escritura sino más bien la parte íntima de ese proceso. Me interesaba saber qué mueve a un escritor en cada elemento de esta historia. Es una cosa imposible de saber, pero quería intentarlo hacer de esta manera. Por eso que la novela empieza con un cuento que tiene el mismo título, Mientras huya el cuerpo, con este detective (Apolo) que obedece a un contexto muy preciso, a fines del gobierno de Fujimori. Este personaje había sido uno de los expulsados en ese momento de seudomoralización, y vemos cómo él tiene que readaptarse a la vida civil. Y justamente la exploración viene por cómo podemos hurgar a partir de un crimen absurdo, y cómo esto puede detonar una historia. Eso fue lo que me motivó a hacer todo este montaje.

A través de tus anotaciones y las inserciones de estos relatos el lector va siendo testigo del proceso de la construcción de una historia y de sus personajes
Y de mí mismo porque yo también estoy allí. De alguna manera esta es una novela autoficcional. Estoy yo como personaje, me voy recreando y reconstruyendo. Y en otro nivel de lectura esta novela es un ajuste de cuentas, ha sido replantearme cuál fue mi rol, qué hice o no hice a finales de los años 90, y eso lo quería plasmar literariamente por eso cuando hablo de Apolo, de su referente Apolinario, estoy también yo detrás, que es una idea flaubertiana de Emma Bovary. O la idea borgeana, "yo soy el otro". Cuando hablo de los otros en el fondo estoy hablando de mí mismo y cuando hablo de mí mismo estoy hablando de muchos otros. Hay ese doble juego.

Decías que cada vez estás más convencido que las formas de narrar están cambiando ¿puedes explicarnos cómo se evidencia ese cambio?
Lo que pasa es que el mundo está cambiando, la globalización, el avance de las tecnologías, y es natural que también haya un proceso interno que esté alterando las maneras de reconocernos. Creo que estamos pasando por una etapa por la cual ya las formas clásicas de narrar se están desgastando, en todo caso así lo siento para mí. Me cuesta escribir un cuento de manera convencional, tengo la impresión de que estamos saturados de las formas clásicas de narrar. No es una cuestión de experimentación, en lo que hago no hay nada nuevo, sino aceptar que estamos en una fase diferente. Hacia dónde vamos a llegar, no lo sé.


CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR RICARDO SUMALAVIA

1. El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso.

2. La vida breve, de Juan Carlos Onetti.

3. Las tiendas de color canela, de Bruno Schulz.

4. Ferdydurke, de Witold Gombrowicz.

5. Cualquier novela de Patrick Modiano.



http://blogs.peru21.pe/leeporgusto/2012/06/la-mejor-manera-de-comprender.html

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